Domingo XXXI Tiempo Ordinario – Ciclo A


Monición a la primera lectura:

N.- Hoy nos trasladamos a la sala de juzgados donde se encuentran.
El Juez: el rey Soberano, el Señor de los ejércitos. (sale y se sientan en la mesa- tribunal)
Los Fiscales: Malaquías y Jesús (salen)
El Abogado defensor. Pablo (sale)
Los Acusados: sacerdotes, predicadores, responsables, jueces, teólogos y todos los que desempeñan alguna autoridad. (salen y se quedan de pie)

Se abre la sesión: Tiene la palabra el Sr. Fiscal Malaquías

Lectura del profeta Malaquías

L.- Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones -dice el Señor de los Ejércitos-. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre -dice el Señor de los Ejércitos-, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví -dice el Señor de los Ejércitos-.

M.- En resumen: muy poco interés por la gloria de Dios y muy preocupados por vuestro propio nombre, el propio prestigio, el cuidado excesivo por vuestra propia imagen. Una conducta muy poco ejemplar, corrupta, escandalosa en exceso para la gente

L.- No habéis guardado mis caminos, y os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?

J.- Es decir: habéis perdido la credibilidad, vuestra conducta es escandalosa, hacéis vacilar hasta la fe más sólida; no tratáis a todos por igual cuando enseñáis a la gente

Acusación vista para sentencia:

L.- Les arrojo basura a su cara; la basura de sus fiestas Pues yo os haré despreciables y viles ante el pue­blo.

Tiene ahora la palabra el fiscal Jesús

Lectura del santo evangelio según S. Mateo
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:

S.-

«En la cátedra de Moisés os habéis sentado los escribas y los fariseos: pero no hacéis lo que decís. Liais fardos pesados e insoportables y se los cargáis a la gente en los hombros, pero ellos no estáis dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacéis es para que os vea la gente: alargáis las filacterias y ensancháis las franjas del manto; os gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que os hagan reverencias por la calle y que la gente os llame maestros.

J.- En resumen: separáis las palabras de vuestras obras; las palabras van en una dirección y vuestras obras en la contraria; habláis en nombre de Dios y vuestras obras en nombre propio; severos e inflexibles con los otros y muy comprensivos con vosotros mismos; os gusta que os llamen «señor mío» (monseñor), maestro, padre, y vuestra conducta oscurece la del Maestro manso y humilde de corazón y del Padre misericordioso.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido»

J.- Es decir, bajo vuestros títulos, vestimentas y distintivos no hay más una realidad miserable que esconden vuestras palabras. Sois el modelo de lo que no se debe ser y de lo que no hay que hacer, ¡hipócritas!

Canto: Cristo fue sincero Visto para sentencia:

S.-

¡Ay de vosotros …letrados y fariseos hipócritas, seréis juzgados sin compasión! ¡Serpientes, raza de víboras, no escaparéis de la condenación del fuego!

Tiene la palabra el abogado defensor Pablo

Lectura de la Primera Carta a los Tesalonicenses

L.-

Hermanos: Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la Palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.