Domingo II Tiempo Ordinario – Ciclo A


Monición a la primera lectura:

¿Cómo está el mundo hoy? ¿Está bonito? ¿Está sano o enfermo? ¿Por qué?…. Sí, así está hoy el mundo, hecho una piltrafa, ¿verdad?
Traemos un globo del mundo deshinchado y noticias periódico 

 

            

 

Pero Jesús ha venido para ponerlo bonito y sano, y así lo anunció el profeta Isaías:
Traemos ahora, de nuevo, el icono o el cuadro de Jesús que utilizamos el domingo pasado y, delante de él, leemos, con buena entonación, un texto inspirado en la lectura (Is 49, 3. 5-6.)

«El Señor me dijo:
 Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso, y te hablo como tu Señor,
que te hizo tu siervo desde el día que naciste,
para traer y reunir a todos los hombres y mujeres, niños y niñas, perdidos por el mundo.
El Señor me ha amado y Él es mi fuerza.
Y Dios añadió
Es poco que seas sólo mi siervo y que reúnas a los que viven perdidos y desplazados.
Yo te hago luz de las naciones para que ¡ajusticia, la libertad y la paz llegue hasta los confines de la tierra».

Al acabar, traemos un nuevo globo del mundo, pero hinchado y bonito, y lo colocamos al lado del otro.

        

Salmo

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

N.- A veces pregunta Dios
D.- Adán, ¿dónde está tu hermano? ¿Dónde estás hombre de Dios?
N.- Era cuando el hombre lo temía y se escondía. Pero ya nadie teme a Dios
A.- Tuve miedo; aquí estoy, escondido.
N.- Respondió Adán. Hoy respondería
A.-Aquí estoy, y a ti qué te importa
Aquí estoy, haciendo mi voluntad, ocupado en mis tareas.
Aquí estoy, pero de verdad estoy en otra parte.
N.- Es que el hombre no encuentra su sitio; es que no sabe bien dónde está

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

N.- Y Dios sigue preguntando al hombre
D.- ¿Dónde estás, hijo de Adán?
N.- Era cuando el hombre amaba a Dios.
S.- Aquí estoy, para hacer tu voluntad, para servirte, para cultivar el mundo.
Aquí estoy para ayudarte a crear, para dar vida, para ayudar a los demás.
Aquí estoy sintiendo tu presencia, preguntando que dónde estás, deseando amarte más.

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

N.- Y Dios insiste en sus preguntas:
D.- ¿Dónde está tu hermano, hijo de hombre?
A.- Y yo qué sé, ¿Soy acaso guardián de mi hermano.
No lo conozco, ni me importa. El en sus cosas y yo en las mías
¿Mi hermano? A lo mejor es mi rival y mi enemigo. A lo mejor me tiene envidia.

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

N.- Y Dios repite su pregunta:
D.- ¿Dónde está tu hermano, hijo mío? N.- Era cuando el mundo quería ser solidario

S.- Mi hermano está aquí; está conmigo, cerca de mí; y nos miramos, compartimos y sonreímos.
S.- ¿Y tú dónde estás? ¿Por qué callas y te escondes? ¿Por qué me abandonas?
N.- Es el hijo que pregunta, y Dios le responde por dentro
D.- Yo estoy contigo, hijo; en tu rincón más secreto.
Yo estoy siempre contigo, porque soy tu Dios y tu amigo, porque soy tu Padre y tu Siervo

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

Monición al evangelio

Vamos ahora a leer el evangelio de este domingo. Juan Bautista, al que ya conocemos, tuvo una experiencia muy fuerte: vio a Jesús en la fila de los que se iban a bautizar y le reconoció como el Mesías. Y, como Jesús, vio cómo el Espíritu de Dios se posaba sobre Él en forma de paloma. Y sintió también que Dios le enviaba a dar la noticia a todo el mundo.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN S. JUAN

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

CORDERO DE DIOS, no apostamos por el dinero, ni por los juguetes, ni por el equipo favorito. Apostamos por Ti.
CORDERO DE DIOS, Nos cuesta dejar nuestros entretenimientos y pasar el rato contigo a solas. Escucharte CORDERO DE DIOS, si estás con nosotros y nosotros contigo todo cambiará. Ven donde nosotros, visita nuestras casas y las de nuestros amigos, las casas de nuestros parientes, de nuestros conocidos y de todos los hombres.

 

 

Éste es aquél de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel»

¿Quién puede decir que conoce a Cristo?
Sólo aquel que reciba el don del Espíritu: «Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre» La samaritana no lo conocía: «Si conocieras el don de Dios»
Los mismos discípulos apenas lo conocían: «Tanto tiempo estoy con vosotros y no me conocéis»
Pablo no lo conocía, perseguía a Cristo por ignorancia, hasta que «Aquel que me llamó por su gracia tuvo a bien revelar en mí a su hijo»
¿Reconocemos a Cristo en el hermano que se me acerca, en la familia, en las cosas sencillas de cada día: ¡Cristo en todas las cosas!

Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo». Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios»

Juan dice que da testimonio de Jesús. Y nosotros, si alguien nos pregunta, ¿qué podemos decir de Jesús? ¿Qué podemos decir de Jesús a los demás?