Por la Iglesia todos hemos sido santificados y llamados a ser santos.
En el Cielo…
En la Tierra…
En el Purgatorio…
Después de lanzar este mensaje, ante el cual los niños se quedan esperando una respuesta, no les damos una respuesta sino que les hacemos una pregunta.
Habéis oído hablar del CIELO Y DEL INFIERNO.
¿Qué son?
¿Cómo los imagináis?
¿Por qué existen?
¿Qué debemos hacer para llegar al cielo?
Las respuestas que los niños van dando no suelen ser muy concretas pero al mismo tiempo sí que son un tanto explicativas pues comparan el cielo con el Bien, los ángeles, el color azul, algo maravilloso; por lo contrario el infierno era el mal, el fuego y el diablo.
La pregunta que más les hace dudar es por qué existen. Sin embargo a la última cuestión todos suelen responder con varios comportamientos y opciones de vida para encontrar ese cielo deseado:
No pecar, obedecer, no amenazar, no insultar, no pegar, no matar, pedir perdón, perdonar, no mentir, arrepentirse…
La siguiente actividad es totalmente visual, los niños observan las imágenes de su libro del cielo, purgatorio y la tierra. Con esta actividad es más fácil encontrar quiénes se encuentran en cada lugar y qué hay que hacer para estar en esas situaciones.
Esta actividad visual da pie a un diálogo espontáneo con los niños, sin necesidad de ninguna pregunta.
Continuamos la catequesis escuchando dos cuentos:
CUENTO: El cielo y el infierno
Un hombre habló con Dios acerca del cielo y el infierno.
Dios le dijo a ese hombre:
-“Ven, te mostraré el infierno”.
Entraron en una habitación en donde un grupo de personas se encontraba sentado alrededor de una enorme olla de guisado. Todos estaban desesperados y muertos de hambre. Cada persona sostenía una cuchara que tocaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango mucho más largo que su propio brazo, de tal manera que no podía utilizarse el guisado a sus bocas. El sufrimiento era terrible.
-“Ven, ahora te mostraré el cielo”, dijo Dios, después de un tiempo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera (la olla de guisado, el grupo de personas, las mismas cucharas con mango largo). Sin embargo, allí todos estaban felices y bien alimentados.
-“No comprendo”, dijo el hombre. “¿Por qué están felices aquí, si en la otra habitación se sienten miserables y todo es igual?”
Dios sonrió.
-“Ah es sencillo”, respondió.
-“Aquí aprendieron a alimentarse mutuamente”.
Es decir, mientras que en el infierno cada uno quiere comer con su cuchara y no es capaz de compartir con los demás, en el cielo cada uno piensa primero en el hermano y con su propia cuchara lo alimenta.
CUENTO: El guardián
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un enorme árbol, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales; a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición.
La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte, estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de dónde manaba un agua cristalina.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada.
– Buenos días.
– Buenos días, respondió el guardián.
– ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
– Esto es el cielo.
– ¡Qué bien que hayamos llegado al cielo, porque estamos sedientos!
– Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
– Pero mi caballo y mi perro también tienen sed.
– Lo siento mucho. Dijo el guardián pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía mucha sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, posiblemente dormía.
– Buenos días, dijo el caminante.
– El hombre respondió con un gesto con la cabeza.
– Tenemos mucha sed mi caballo, mi perro y yo.
– Hay una fuente entre aquellas rocas, le dijo el hombre. Podéis beber tanta agua como queráis.
– El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió a atrás para dar las gracias al hombre.
– Podéis volver siempre que queráis, le respondió.
– A propósito cómo se llama este lugar.
– Cielo.
– ¿El cielo? –
¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el cielo!
– Aquello no era el cielo era el infierno.
El caminante quedó perplejo.
– ¡Deberías prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar graves confusiones!
– ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces a abandonar a sus mejores amigos.
Para aclarar más los conceptos con la imagen que están observando escuchan estas palabras:
- Dios quiere que digamos SÍ al amor que nos tiene y participemos en la justicia, verdad, amor, paz construyendo así su REINO.
- Dios examinará nuestro CORAZÓN, nosotros somos totalmente libres para elegir, habrá algunos que rechacen la invitación de Dios y permanezcan en esta negación. A esto es lo que nosotros denominamos INFIERNO. Y habrá otros que si escuchen fielmente la invitación del Señor y sigan su camino, le digan un SÍ sincero. A esto es a lo que llamamos CIELO.
Tres niños del grupo leen de la página 19 y 20 de su libro, los textos referentes al significado de cielo, tierra y purgatorio. Cada uno de ellos explica con sus propias palabras al grupo, cómo lo han entendido, basándose también en todo lo anteriormente visto y experimentado en la sesión.
Para finalizar esta catequesis nos acercarnos a Dios con la oración. De la siguiente oración los niños han de elegir libremente en qué momento intervenir y qué frase decir en voz alta y bien entonada para que resuene y llegue al corazón del Señor.
ORACIÓN TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR
Te damos gracias, Señor,
Porque has querido que los discípulos de Jesús vivieran siempre unidos,
Y nos has prometido que estaríamos juntos contigo para siempre,
Viviendo en tu reino de amor, de justicia y de paz.
Te damos gracias, Señor,
Porque los que siguieron el camino de Jesús aquí en la tierra,
Les tienes ya contigo en el cielo.
Lo que hicieron de bueno en este mundo
Nos ayuda a nosotros a ser mejores en casa, con los amigos y en el colegio.
Los santos del cielo piden para que también nosotros lleguemos donde están ellos y
estemos juntos para siempre.
Todos juntos rezamos el GLORIA A DIOS EN EL CIELO.
Terminamos nuestros minutos de oración con el magnífico camino que Jesús nos
enseñó y San Francisco de Asís refleja en la siguiente oración:
Señor, haz de mí instrumento de tu paz:
Donde haya odio, ponga yo amor;
Donde haya ofensa, ponga yo perdón;
Donde haya discordia, ponga yo armonía;
Donde haya error, ponga yo verdad,
Donde haya duda, ponga yo fe;
Donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
Donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Señor, enséñame a nunca buscar
Querer ser consolado, sino consolar;
Querer ser comprendido, sino comprender,
Ser amado, sino amar.
Señor, hazme instrumento de tu paz.
Amén