Vamos a celebrar provechosamente la Semana Santa para recordar la historia más dolorosa y hermosa, mejor, para compenetrarnos con los sentimientos misericordiosos de Cristo y revivir sus padecimientos, sufriendo lo que aún le falta a la Pasión.
Y revivir para actualizar, porque Jesús sigue padeciendo y resucitando; sigue siendo desechado, despojado, desterrado, triturado. La pasión de Jesús sigue siendo actual.
En estos días asistiremos a celebraciones populares y celebraciones litúrgicas. Está muy bien, pero lo importante no es quedarse en el espectáculo, en el rito, en las emociones y admiraciones; hay que llegar a las com-pasiones y con-resurrecciones.
Como estamos en el Año de la Misericordia, esa tiene que ser la línea fuerte, el hilo conductor de todos los acontecimientos que en esta semana celebramos; tiene que ser la perspectiva con la que miremos, meditemos y contemplemos el crucifijo y veamos:
- En la cabeza caída e inclinada el amor humilde, entregado y misericordioso, y los más hermosos proyectos para la nueva humanidad.
- En las manos extendidas y rotas, fuente de bendición, el amor que se desborda, chorreando salud y vida.
- En el pecho abierto del que brotan ríos de sangre y agua, la fuente de gracia donde ir a beber para saciar la sed de felicidad.
En esta Semana Santa estamos invitados a acercarnos confiados a ese corazón herido y misericordioso, a descansar en él tranquilos, y a morar en él por siempre y para siempre.
P. José Ramón Echeverría