Índice:
1. Amor incondicional de Jesús.
2. La importancia de la compañía.
3. Dios cuida de nosotros.
4. Jesús nos dice cómo comportarnos con los demás.
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1. Amor incondicional de Jesús.
Para presentar este primer tema nos apoyamos en los siguientes videos, en una presentación powerpoint y en una canción con dibujos de Fano:
- Video: “La Semana Santa el nuevo comienzo”
Parte 1: https://www.youtube.com/watch?v=rAt1SttElxU.
Parte 2: https://www.youtube.com/watch?v=RjDAHdBNwj8
- Powerpoint: “La más grande historia de amor”: https://www.youtube.com/watch?v=YaMD14G1OcA
- Canción: “Nadie te ama como yo” (Martín Valverde): https://www.youtube.com/watch?v=brmZCKZK888&list=RDbrmZCKZK888
2. La importancia de la compañía.
- Utilizamos el cuento “La historia de Rubén y de Samuel” del libro (tema 15) y dos citas bíblicas, Gn 12, 1-4 y Gn 17, 1-8.
Gn 12, 1-4
Un día el Señor dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Con tus descendientes formaré una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciréd a todas las familias del mundo. ”Abram salió de Harán, tal como el Señor se lo había ordenado. Tenía setenta y cinco años cuando salió de allí para ir a la tierra de Canaán.
Gn 17, 1-8
Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.
- Tras comentar el cuento y las citas, los niños de catequesis pueden llegar a esta conclusión:
“Nos gusta estar cerca de las personas que amamos y que nos aman y saber que están ahí para cualquier cosa que necesitemos, o que ellas puedan necesitar”.
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3. Dios cuida de nosotros.
- Nos basamos en “El Cuento del Jardinero” pra que los niños lo puedan comprender de manera sencilla.
El cuento del jardinero
Había una vez un jardinero muy dedicado, muy esmerado que procuraba que sus flores tuvieran su abono, riego y sol suficientes para mantener su jardín bello.
Entre sus flores había rosas, margaritas, azucenas, claveles, petunias, hasta hermosas orquídeas, en definitiva toda clase de flores y plantas aromáticas que eran su orgullo y que gustaba que fueran apreciadas por los demás.
Hasta que una vez entre sus flores descubrió una pequeña plantita que ni siquiera él había sembrado, la cuidó al igual que las otras y finalmente unas tímidas florecitas comenzaron a salir.
El jardinero se molestó, pues esperaba, igual que con todas sus otras flores, daría unas hermosas flores y no un racimo de flores diminutas azules.
Entonces dejó de cuidarla, de regarla, ni siquiera le dedicaba una mirada, y con el tiempo las flores que una vez fueron maduras murieron y dejaron unas semillitas insignificantes y negras.
Con el tiempo Dios se le apareció a ese jardinero y le pregunto por la «plantita de flores azules”, el jardinero le mostró sus más hermosas flores, pero Dios insistía en esas florecitas. Apenado el jardinero le dijo que se había secado la planta, pero que quedaban las semillitas, que si quería las sembraría y una vez que volviesen a crecer le llamaría para que las contemplase.
Entonces Dios, con mucho amor le pidió las semillitas y le dijo: “Te he enviado a las más humilde y pequeñas de las flores porque confiaba en que te esmerarías con ella también, porque deseaba que aprendieses que la belleza está en todos los lados, no nada más dónde quieres mirarla.”
“Por tu soberbia y egoísmo ya no la tienes contigo, esta semillas se las entregaré a otro jardinero que vea que lo más pequeñito e insignificante está en mi grandeza”.
El jardinero contesto “Señor, perdóname por no haber sabido apreciar, solo te pido por favor que me digas como se llaman esas florecitas”
Y Dios respondió “Se llaman NOMEOLVIDES”.
- Por último, para reflexionar sobre los valores de la justicia, la confianza en Dios y el cuidado del padre leemos el salmo de la pág. 95 del libro de catequesis.
4. Jesús nos dice cómo comportarnos con los demás.
- Establecemos un diálogo basándonos en las imágenes que aparecen en el libro sobre este tema, en ellas se muestran dos formas diametralmente distintas de entender la vida y la entrega y confianza que debemos depositar en Jesús.
- A continuación leemos este cuento:
La leyenda de la olla de metal
Cuenta una antigua leyenda que, en una de las regiones más hermosas del mundo, existió hace cientos de años un pueblo que poseía una olla de metal con poderes extraordinarios. Cualquier cosa que se depositara en su interior se multiplicaba sin fin. Si se ponía comida, la comida nunca se acababa por más que se sacara de su interior. Si ponían monedas de oro, nunca se terminaban por más que sacaran de su interior.
Cuentan que en un momento de peligro, la olla de metal fue enterrada por aquel pueblo en un lugar desconocido, para que no cayera en manos de su enemigo que estaba a punto de arrasar su pueblo. Por desgracia fueron vencidos y arrasados, y de la olla nunca más se supo. Desde entonces la leyenda no ha dejado de contar los poderes tan asombrosos que tenía aquella prodigiosa olla.
Cientos de años después, una niña, haciendo un hoyo en la tierra de su jardín, la encontró por casualidad. Sorprendentemente estaba como nueva, su metal relucía tanto que el cielo podía verse reflejado en ella.
Llamó a sus padres, y éstos pronto quisieron comprobar si se trataba de la olla de la leyenda. Pero por más cosas que pusieron en su interior, allí no ocurría nada. Lo primero que pusieron fue un anillo de oro y unos pocos billetes, con la esperanza de que se multiplicaran y les hicieran ricos multimillonarios.
Pero no hubo manera de que nada de lo que depositaban en su interior se multiplicara. Sus sueños de riquezas y lujos se esfumaron. No había duda de que aquella olla no era la de la leyenda. Y quizá la leyenda no era más que eso, una leyenda inventada.
Al final le devolvieron la olla a la niña diciéndole que aquello era un cacharro inservible. Pero para la niña seguía siendo su olla mágica, su objeto preferido para jugar. Un día coincidió que en su colegio estaban haciendo una campaña solidaria a favor de unos pueblos de África donde sus habitantes pasaban mucha necesidad. Los alumnos que quisieran podían colaborar entregando de sus casas objetos como: utensilios para cocinar, medicinas, ropa, juguetes…
La niña decidió desprenderse de su olla de metal, reluciente como el cielo. Y ésta fue enviada a África, junto con todas las cosas que otros alumnos del colegio dieron.
La olla de metal fue a parar a uno de los poblados más pobres de África. Allí la gente no tenía casi nada para comer. Pero al ver aquella olla, cada uno del poblado trajo de su casa lo poco que tenía para ponerlo allí dentro y hacer un guiso entre todos.
Uno trajo la única patata que tenía, otro trajo la sal, otro puso el último trozo de carne que le quedaba, otro puso la poca verdura que tenía, otro llevó los seis garbanzos que le quedaban, uno trajo el último litro de agua potable que quedaba en el pozo. Otro puso la leña de su casa y otro puso lo único que tenía, el fuego.
Cuando terminaron de hacer el guiso, y se pusieron a repartirlo entre todos, se dieron cuenta de que por más cucharadas que sacaban de la olla, siempre había la misma cantidad de guiso en su interior.
No se terminaba nunca. Comieron todos hasta saciarse, y después llevaron aquella olla prodigiosa hasta otro poblado donde también padecían por el hambre, para que comieran hasta saciarse. Una vez estuvieron todos saciados, la olla quedó vacía.
Los de este segundo poblado, muy agradecidos por la comida tan sabrosa que les habían ofrecido sus vecinos, depositaron en el interior de la olla, como agradecimiento, los pocos objetos de valor que tenían: uno puso las únicas monedas que tenía, otro puso un anillo, otro puso un billete pequeño, otro un collar, otro unas pocas semillas de trigo, y otro dio unas pocas semillas de maíz. Taparon la olla y se la devolvieron muy agradecidos.
Pero cuando los del primer poblado la abrieron y empezaron a sacar lo que había dentro, se dieron cuenta de que por más anillos, semillas, monedas y billetes que sacaban de su interior, nunca se terminaban. La olla seguía igual de llena.
Entonces comprendieron que aquella olla tenía el poder prodigioso de multiplicar todo lo que la gente ponía en común y compartía cuando había una necesidad. La leyenda de la olla de metal era cierta, y ahora estaba en el único lugar donde podía estar, en manos de un pueblo que había descubierto el secreto para hacerla funcionar, un pueblo que sabía cooperar y compartir en la necesidad.
Y cuando no la usaban, la enterraban en un lugar desconocido, para que sus enemigos, los pueblos de gentes codiciosas y egoístas, no se la pudieran arrebatar.
- Actividad basada en el cuento:
Cada niño escribe en tres carteles una cosa que no le importe compartir, pueden ser cosas materiales o no materiales. Cada niño lee lo que ha escrito en cada uno de sus carteles y los va metiendo en una caja común. A continuación, cada uno de los niños extrae sin mirar un cartel de la caja y con gestos o palabras sinónimas debe conseguir explicar su significado a los demás.
- Terminamos reflexionando sobre cómo debemos comportarnos con el prójimo a partir del texto de San Mateo de la pág. 96 del libro.
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