Una Cuaresma con misericordia


La Misericordia es lo que mejor define al Dios de Jesús.

Cuando Moisés quiere conocer a Dios y le pregunta por su nombre, recibe esta respuesta: “Yahveh, Dios misericordioso y benévolo, tardo a la ira y rico en verdad y fidelidad”.

Palabra tomadas de los sentimientos y gestos maternales. Dios tiene entrañas maternales. Siente como una madre cuando lleva a su hijo dentro; cuando lo ve en el suelo, lo levante y lo estrecha contra su pecho.

Esta misericordia se manifestó en Jesús, a quien se le conmovían fácilmente las entrañas: ante los pecadores, los pobres, los enfermos, los niños, las mujeres, ante todo el que sufría.

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El Papa ha declarado el Año de la Misericordia. La Cuaresma en la que entramos, nos pide que nuestro corazón sea misericordioso, que prolonguemos la misericordia de Dios reflejada en Jesús.

Es lo más grande, hermoso y necesario que podemos hacer, porque vivimos en un mundo sin misericordia, duro, frío, competitivo; un mundo que crea soledad, que nos enfrenta y divide; un mundo deshumanizado, sin entrañas, sin corazón. Somos más rivales que fraternales, más egoístas que solidarios, más injustos y belicosos que compasivos.

Vivamos una Cuaresma rica en misericordia, que es poner el corazón junto a la miseria, curar las heridas del hermano y ofrecer nuestra ternura y ayuda al que lo necesita.

Aprendamos en esta Cuaresma lo que significa: «Misericordia quiero y no sacrificio

P. José Ramón Echeverría