«Sería que Dios lo quiso…» EL CORO


¿Niño prodigio Mozart? ¿Prodigio Beethoven? ¿Los niños cantores de Viena…? ¡¡Paparruchas!!¡Prodigios, nosotros!
Siempre había funcionado en la Parroquia, como en cualquier otra, un coro más o menos afinado, más o menos numeroso… que acompañaba las celebraciones.
A finales del año 1980, Echeve animó a Lorenzo Andrinal, y este, músico de devoción, de vocación, y de ilusión… y excepcional pedagogo del pentagrama, le devolvió el «ánimo», aumentado y corregido, al Párroco.
Sí señor… formaría un Coro… pero un Coro que, sin que ese fuera su propósito inicial, habría de quedar en la memoria de la Parroquia para los restos. Y así fue… Lorenzo tiró de aquí y de allá, convenció a unos y otros; a los que había los reclutó para la obra… A los que no… los buscó debajo de las piedras…
Pero, ya digo… era el Otoño de 1980 y allí había no menos de ¡¡60 personas!! que, bajo el reclamo de preparar la Misa del Gallo, se empezó a reunir cada sábado en la Sala del Piano a cantar… Era el único punto en común inicial en muchos de los casos: la afición a cantar.
Unos «tiraron» de otros; de un familiar, de un amigo, de quien fuera…


Llegaban allí y apenas conocían a nadie… Pero eso era lo de menos… Las presentaciones, la acogida de los que estaban, los brazos abiertos… En un suspiro allí todo el mundo estaba integrado.

Puedo asegurar, cualquiera de los que empezamos lo podemos asegurar, que pocos grupos de la Parroquia habrán existido en los que, más allá de la labor concreta que desarrollara, tuviera más capacidad de «Amor» (… sí… ¡de amor he dicho!…) como la que tenía ese Coro. Aquello no era una suma de virtuosos… Pero era una familia… Se hizo una gran familia.
Ir al Coro era gratificante, no ya por la vocación de cantar… Era el placer de reunirte con gente excepcional en sus corazones y en su sencillez, que se volcaba por aprender, y se entregaban para agradar y dar calor.
El tiempo de ese Coro increíble caló, no ya solo por su musicalidad, sino por la humanidad que desprendía y que exportaba más allá de sus cánticos. La Navidad, era más Navidad con ellos; la Semana Santa, era más Santa con ellos; la Misa de 12:30, tenía un punto más de Liturgia por ellos.
¡¡Dios te bendiga siempre, Lorenzo..!! El Santo Job fue un aprendiz a tu lado…

  1. La Composición.

-«… A ver… tú, Marta, que tienes la voz muy finita… Y tú Maite, Pili… y tú Mari Luz… Y tú… y tú…, y tú también… Vosotras, primeras… Sopranos…»
«… Y eso qué es, Lorenzo…?  » Preguntaban ellas, muy circunspectas…
…Da igual!! Sopranos… Sois sopranos…!! Ya iremos viendo…»…
«…Ah, bueno…!! Pues somos Sopranos»…   reafirmaban ellas a su vez…

Hala!! Las Voces Blancas ya estaban formadas… ¡¡Menudo casting!!

«… A ver, tú… Josefina… Alfonsa; Tú…Lola, Tú Carmela, y tú… Vosotras …segundas… Sin gritar mucho…»
» Alfonso, Gregorio, Pepe, Antonio… Vosotros, barítonos… vamos, vamos… que se oigan esos vozarrones…»
«Quique, Jesús, José Luis… vosotros, tenores…y ¡¡apurad el oído»… que no podéis desafinar ni medio tono…!!…»

¡¡Y cuál sería la diferencia entre medio tono o tono y medio…!! Entre el estupor, la risa, el nerviosismo, la ilusión, cada uno ya pertenecíamos a un Grupo de voces dentro del Coro.
Un Coro a cuatro voces… ¡¡Casi nada!!…

Pero, este hombre, Lorenzo… ¿estaba bien de la cabeza?… Un Coro polifónico de cuatro voces en el que, la mayoría, la muy mayoría, tenía conocimiento entre poco y nada de música…
Pues sí, …lo estaba… Lo estuvo… Muy bien de la cabeza.
El empeño era titánico, impensable, casi irrisorio por la osadía… pero… quien no conociera a Lorenzo no conocía el significado de la palabra «tenacidad»…
Tres sílabas le definían… Era como un martillo pilón… –«… o-tra vez…» …»o-tra-vez…»…»o-tra vez…»
Así una y mil veces en cada canto, en cada estrofa, en cada fraseo… hasta que sonara como él quería. Nunca se rendía… Y nos transmitió que nunca nos rindiéramos… y nos transmitió mucho más: el amor por la música y por el canto… que aplicado a un Coro Parroquial, era, también, el entender que a Dios se le sirve desde muchas posiciones; y que los carismas (ya que no las voces…) de cada uno, se podían poner a su servicio de mil maneras.

El Coro, el Coro de la Parroquia, el Coro de Lorenzo… había nacido. ¡¡¡Que Dios nos iluminara… y cantara con nosotros!!!

  1. El aprendizaje.

-«..Vamos, Fernando, da la nota…». Y Fernando daba la nota «do…do…do… ¡Vamos, chicos… !»
Fernando era un antiguo alumno del Colegio, Biólogo e Investigador de profesión, y Músico con su Carrera de Piano, de devoción. Y músico excepcional…!! Un virtuoso. Exquisito y sensible. Y allí, en la Sala del Piano, con Fernando al piano y Lorenzo al mando, 60 voces aprendían a, lo primero, no gritar… lo segundo, mirar una hoja con pentagramas sin que nos diera la risa.

«… A ver… mirad… las negritas, un tiempo; las blancas, dos… ¿está claro?… ahora miradme los compases…»

Uy, que si estaba claro… ¡¡clarísimo…!!

Al principio costó, la verdad… Pero cuando, poco a poco, conseguíamos cuadrar una estrofa… aquello sonaba de una manera que nos hacía preguntarnos…» –Pero esto… lo estamos haciendo nosotros…?…».
Inicialmente eran Villancicos. Y cuando conseguimos ensayarlos y que sonara como queríamos, nos parecía un triunfo… Nos animábamos unos a otros; unas voces a otras… «… –muy bien… sí señor… muy bien…» «Noche de Paz… a cuatro voces… A nuestras voces… Eso era… no un Villancico ¡eso era un milagro!

Y después de la Navidad, siguieron las Misas de Domingo; y llegó la Semana Santa.

«… Vamos, chicos… que ahora vamos a cantar Polifonía… A cuatro voces también… sin más instrumentos que la voz…»

No sabíamos si echarnos a reír o si salir corriendo. Pero cuando Lorenzo empezó a repartir hojas de pentagramas con las silabas debajo de cada nota… nos entraban temblores de piernas.

«Po-pu-le me-us- qu-í fe-cit- ¡-bis…. Aut -in- quo-  con-tris-ta-bi-te -res-pon-de- miiiiiii…» «Vamos, vamos que ya veréis cómo sale…»

Y salía, y salió…!!! No dábamos crédito…!! Cómo sonábamos…!!

«Te-ne-brae- fac-tae -sunt.-dum- cru-ci-fi-si-xit fe-sus, ju-dae- et- cír-ca- ho-ra no-na…”


Si la música, como carisma al servicio de los demás, podía servir para atraer más fieles… ¡¡Vaya que si sirvió!!

«…Vamos a cantar el «Santo» de Haendel ¡!..». «De quiéeen…». Le preguntaba la una a la otra…
«… de fénder… no lo has oído?… y luego el «Gloria» de Baj…»

La Misa en la que cantaba el Coro pasó a llenarse hasta rebosar el Templo… Si eso era un enganche… ¡¡bendito enganche!!…
¿Cómo pudo sonar ese Coro como llegó a sonar?… Milagro del Señor. Pueden estar seguros.

  1. En honor y en memoria del Padre Echarte, una anécdota genial.

Era el momento de la Comunión. El Coro, nervioso, tenso, pero con la firmeza que nos había sabido transmitir su Director, se disponía a cantar la que, sin duda, fue la pieza musical más difícil, impresionante y bella de todas cuantas cantamos. Fernando, al Órgano; Ramiro, profesor del Colegio de música, al Violín, 60 voces concentradas en la batuta de Lorenzo.

Sonaba «The Glory of the Lord»; pieza clave y central del «Mesías», de Haéndel.
Cantábamos en Inglés. En inglés!!! Pieza larga, intensa, hermosísima. Lo clavamos; jamás cantó el Coro algo más difícil ni mejor.

Terminó la Comunión.

Terminó la pieza musical. Toda la Iglesia sentada, silencio sepulcral; y el Padre Echarte que se levanta ceremonioso hasta el micrófono… Su proverbial «pico de oro» fue más solemne y generoso que nunca:

«…Después de oír esto, no se puede hablar nada… Solo queda aplaudir.…»

No fue un aplauso… Fue un clamor. Una ovación cerrada entre «bravos»… Un estruendo que no paraba. Al finalizar la Misa, decenas de fieles se acercaban al Coro y a su Director a felicitarnos. Fue un Concierto Sacro.


Fue, de verdad, más que algo que llenara nuestra vanidad, un estímulo para seguir… y para creernos capaces de cantar… «lo que nos echaran…».


Fuimos a cantar al Hogar del Anciano; cantamos en el Festival de Navidad del Colegio; fuimos a cantarles Villancicos y a llevarles algo de alegría a los niños del Hospital Niño Jesús…

El coro trascendió lo musical para para ser uno de los emblemas de la Parroquia Virgen de Lluc. Hoy, Rubén, antiguo alumno del Colegio, músico y profesor, dirige el Coro con la misma tenacidad y aún mayor dificultad. No tiene precio lo que está haciendo. Tarea impagable.

Mantener viva esa llama solo está al alcance de los corazones bondadosos que se entregan a una causa sin esperar nada a cambio; renunciando a horas y horas de otras actividades particulares, y enseñando con igual paciencia a aquellos que, a falta de excelencias de canto, han puesto el alma en esta misión.

El Coro… como los niños de Jerusalén que recibieron a ese tal Jesús, a lomos de un borriquillo, entre cánticos de «Hosanna». Seguro que tampoco eran cantores… Pero sí fueron elegidos…

J.A. Pons